octubre 20, 2025

Defender la patria no debería servir para justificar el abandono. Sin embargo, eso fue lo que dejó entrever el diputado Wandy Batista durante su participación en "El Cuchicheo ERREDÉ" por "Amor FM", cuando defendió que “quien se opone a cambiar los nombres de algunas calles por los de Duarte, Sánchez y Mella es un antipatriota” y agregó que “no hay que tener calles perfectas para cambiarles el nombre”.

Esa forma de pensar revela un problema más profundo: confundir el orgullo con la gestión. No se trata de negar el valor de los Padres de la Patria, sino de entender que honrar no es lo mismo que justificar. Cuando un funcionario dice que “no hay que tener calles perfectas para cambiarles el nombre”, termina acostumbrando a la gente a convivir con el deterioro, como si el amor a la patria se midiera por los rótulos y no por los resultados.

Pero lo más llamativo fue su intento de justificar el mal estado de las vías diciendo que “La Romana nunca ha tenido calles perfectas”. Como si esa costumbre de vivir entre hoyos fuera razón suficiente para no hacer nada. Ese argumento revela un conformismo que duele, porque mucha gente votó precisamente para cambiar eso, no para escucharlo repetido con otra voz. El pueblo apostó por “el gobierno del cambio” esperando que rompiera con la rutina del descuido, no para oír que “siempre ha sido así”.

Un diputado no está para repetir discursos oficiales ni para hacerle coro a un ayuntamiento. Su papel no es ponerle nota al alcalde ni darle “ocho de diez” solo porque pertenece a su mismo partido. Está para fiscalizar, para exigir obras que sirvan, para defender lo correcto aunque incomode, y para representar a su gente con dignidad y sin complacencia. Cuando olvida eso, deja de ser la voz del pueblo y se convierte en eco del poder.

Lo preocupante no es solo la propuesta, sino el tono con que se lanzó: acusar de antipatriota a quien piense distinto. Esa forma de hablar, arrogante y partidista, convierte el amor a la patria en propiedad privada. En una democracia, nadie tiene el monopolio del patriotismo. Se puede respetar a Duarte y exigir que el Ayuntamiento cumpla. Se puede admirar a Mella y reclamar que Obras Públicas termine una obra. Se puede honrar a Sánchez y exigir transparencia. Ser romanense no es callar, es tener el valor de decir: “esto no está bien”.

Nadie discute que rendir homenaje a los Padres de la Patria sea un acto noble. Lo que indigna es hacerlo desde el abandono. Una calle deteriorada no se vuelve digna porque le cambien el nombre; una ciudad no mejora porque le pongan un rótulo nuevo. Honrar a Duarte, Sánchez o Mella es cumplir con el deber de cuidar lo público, no usarlo en demagogia.

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