
Entré a su oficina molesto, muy molesto. Reclamé que ordenara a la directora financiera cargar a mi cuenta todos los...
Entré a su oficina molesto, muy molesto. Reclamé que ordenara a la directora financiera cargar a mi cuenta todos los recibos de combustible que yo había firmado, un monto elevado que no debía pagar. Primero, porque era mucho dinero; segundo, porque yo era su asistente; tercero, porque esos gastos se generaron en trabajos de la institución y parte del combustible fue cedido a otros ejecutivos que lo necesitaban.
—Tienes una asignación y con esa debes operar —me respondió, seco, sin considerar que me estaba desautorizando frente a otros empleados y que tendría que cubrir esos gastos con mi salario, afectando mis finanzas durante meses.
Mi jefe tacaño nunca permitió que convenciéramos a la institución de cambiar el vehículo asignado al director. En las reuniones con agencias similares, era común ver llegar jeeps de alto cilindraje, como Tahoes o Land Cruisers del año, mientras nosotros llegábamos en una Toyota Runner de casi diez años. Y no quieras saber cómo era el vehículo asignado a mí.
“Es difícil trabajar con un político que no suelta ni una ‘boronita’ y cree que el dinero es suyo”.
Este comentario se escuchaba frecuentemente en los pasillos donde trabajábamos.
La cultura de la corrupción parece haberse normalizado en un amplio sector político de la República Dominicana. Aunque estoy convencido de que no son la mayoría, estos personajes hacen mucho ruido en una sociedad que incluso tilda de “pendejo” a quien no sale rico de una institución pública.
Danilo Medina, en un discurso durante una actividad, se desahogó exhortando a los miembros de su partido con cargos en el gobierno a no ceder a las presiones de amigos y familiares para cometer actos ilícitos. Sin embargo, hoy conocemos los casos de allegados, colaboradores e incluso familiares del propio Medina, sometidos por actos de corrupción en la administración pública.
¿Acaso alguien fue más vehemente que Luis Abinader en la oposición, cuando prometía que el cambio traería a hombres y mujeres honestos al gobierno? Garantizaba un gobierno de transparencia y pulcritud. Lamentablemente, hoy vemos numerosos casos de corrupción que salen a la luz, algunos incluso superando en gravedad a los de gobiernos anteriores.
Y mi jefe tacaño, siempre contando hasta las libras de café compradas, buscando dónde reducir gastos y cómo ser más eficiente con menos recursos.
Ese jefe tacaño dejó, al salir de la institución, un edificio nuevo, un parque vehicular renovado, salarios mejorados, alta recaudación, menores pérdidas físicas y comerciales, y en el banco, casi 100 millones de pesos.
Ese tacaño hoy vive tranquilo, siempre durmió con la conciencia limpia “y sin ropa”.
Que este pequeño homenaje sirva para reconocer a los políticos que, en puestos públicos, resisten la tentación y prefieren ser tildados de “pendejos” antes que terminar presos.
Un saludo especial para el exdirector del acueducto de La Romana, Arq. Manuel de Jesús Cedeño (Manny).
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