El Partido Revolucionario Moderno logró en las pasadas elecciones lo que quería y lo que para gran parte de la población era imposible: ganó el 85 % de los cargos electivos en La Romana.

La aplastante victoria en todas las alcaldías y juntas distritales, 3 de 4 diputados y, obvio, la Presidencia de la República, daba la oportunidad de hacer los cambios y transformaciones en todos los ámbitos del territorio.

Lograr dirigir las agencias estatales con representación en la provincia era el espacio más idóneo de coordinación con la municipalidad y el apoyo legislativo necesario para que la gente sintiera esa unidad de criterio y voluntad en la mejora de los servicios e infraestructuras, y así elevar la calidad de vida de los romanenses. No pasó.

Han gastado un tiempo precioso acusando al pasado de lo mal que estamos y se siente que, en vez de avanzar con la llegada al poder del PRM, retrocedimos.

Salvo el Ministerio de Turismo, que tiene una inversión importante en el distrito de Caleta, hay una ausencia del Gobierno central y de los ministerios apoyando los ayuntamientos; además, los legisladores oficialistas no han logrado tampoco partidas importantes en el presupuesto nacional para la ciudad.