noviembre 24, 2025

En La Romana manejar dejó de ser una rutina y pasó a ser una preocupación constante. Ese cambio —tan evidente y tan comentado por todos— demuestra que el tránsito se ha salido de control.

Noviembre nos lo puso de frente: accidentes mortales en zonas céntricas, choques en la Avenida Caamaño Deñó y en la Autovía del Coral —incluyendo incidentes cerca del aeropuerto—, y motoristas jóvenes entrando de emergencia al Hospital Arístides Fiallo Cabral. A esto se suman hechos recientes que hablan solos:

  • La retención de motocicletas usadas en carreras clandestinas.
  • Un aparatoso accidente en la salida hacia San Pedro de Macorís.
  • Un choque fatal en la avenida Santa Rosa, donde una motocicleta en vía contraria terminó en tragedia.
  • La denuncia pública de la entrada de la ciudad —completamente a oscuras— convertida en un peligro real.
  • El atropello de una estudiante en una zona sin reductores ni señales preventivas.

No hablamos de “diario”, pero sí de un patrón que se repite. A nivel nacional, más de 104,000 lesionados y 1,291 fallecidos hasta noviembre; entre 900 y 1,000 accidentes solo este mes. Y aunque Santo Domingo absorbe la mayor parte, el Este aporta alrededor del 15% de todos los casos. Para una región pequeña, eso es demasiado.

“Esto no es azar. Es el resultado directo de dos fallos que se retroalimentan: falta de rigor institucional e imprudencia ciudadana.”

Falta de rigor para organizar el tránsito, iluminar tramos peligrosos, mejorar la señalización, ordenar el flujo vial y aplicar la ley más allá de operativos sueltos. Imprudencia para correr donde no se debe, beber antes de conducir, ignorar señales, usar el celular o andar sin casco.

Los datos hablan solos:

  • 35% de los accidentes vienen de la velocidad.
  • 20% del alcohol.
  • 25% de imprudencias.
  • Las motocicletas están detrás del 67% de las muertes viales.

El motor ya no es un simple transporte: es una pandemia social que golpea, sobre todo, a los jóvenes.

¿A dónde nos lleva esto?

  • A familias que viven con miedo cada vez que un ser querido sale en un motor.
  • A tramos oscuros y mal señalizados donde un segundo define la vida o la muerte.
  • A noches y fines de semana que son el horario más mortal: 45% de los accidentes ocurre entre 6:00 p.m. y medianoche.
  • A una ciudad turística que envía el mensaje equivocado: aquí manda el desorden.

Si queremos cambiar esto, necesitamos acción visible y sostenida:

  • Operativos reales en noches y fines de semana.
  • Iluminación adecuada en las vías más transitadas y en los puntos críticos.
  • Señales donde hacen falta desde hace años.
  • Licencias sin trabas, pero con educación vial obligatoria.
  • Reparaciones rápidas en zonas peligrosas que todos conocemos.

Esto no admite más excusas.

Si seguimos dejando que este caos marque la vida de La Romana, el costo será mayor de lo que imaginamos: más accidentes, más familias golpeadas y una ciudad que se acostumbra a vivir en tensión.

Pero si se impone orden real, constante y medible, la ciudad podrá recuperar el control que perdió, demostrar que sí puede organizarse y comenzar a romper este ciclo que parece interminable.

Cuando La Romana trate el tránsito como lo verdaderamente prioritario —y no lo que luce bien en una foto— empezará a devolverles seguridad y tranquilidad a sus ciudadanos de bien.

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La Romana al borde del caos vial

La Romana vive un patrón creciente de accidentes graves, con zonas críticas oscuras, choques mortales y un flujo vial desorganizado...

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